TEMA : “Jesús ayer, y hoy, y por los siglos” 

Hebreos 13:8  “Jesucristo es el mismo de ayer, y hoy, y por los siglos”

                                     El nombre de Jesús no es sólo historia

  1. La persona de Jesús, quien vino a andar ente nosotros, como dice el libro de Juan: “…el verbo encarnado anduvo entre nosotros y vimos su gloria. Lleno de gracia y de verdad”, es quien vino a cambiar la historia de la humanidad en el paradigma de la fe, pero también el destino espiritual de quienes le recibieron.
  2. Hoy decimos que Jesús no es sólo historia, sino que es “verbo”, que es acción y “logos” que es palabra; y palabra viva.
  3. Qué hombre alguno, hasta que Jesús comenzó su ministerio, pudo decir: el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá; o decir: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”
  4. Bajo un mensaje extraordinario, se presenta a los hombres y, además, con señales, prodigios y milagros. Ni historiadores, ni científicos pueden negar que Jesús vino al escenario de esta tierra a cambiar el rumbo de la humanidad, pues, nadie como Él, declaró ministrar vida, y vida en abundancia.
  5. Por otra parte, la cruz de Cristo vino a ser el epílogo de su gran misión entre nosotros; la salvación de la humanidad mediante su muerte expiatoria era su objetivo último en su ministerio.
  6. Recordemos aquí al ladrón de la cruz, a los caminantes de Emaús, a sus discípulos y a más de 500 hermanos quienes le vieron y, como dice la escritura: con pruebas indubitables. Este Jesús, ungido de Dios, es en quien han creído muchas generaciones y aún nosotros ahora, podemos encontrar en su palabra vida, y en abundancia.
  7. ¿Hay otro como Jesús? Es quien esta noche está presto para interceder por nosotros ante el Padre.

                                      Jesús es el mismo de ayer

  1. Si Jesús hubiese sido sólo un líder o un hombre más, como muchos caudillos que hubo en la historia, ya estaría olvidado. Sin embargo, como señala el evangelio de Juan: “las palabras que os he hablado son espíritu y son vida”
  2. Esta firmeza que encontramos en la palabra del Señor es la que cambia vidas, destinos y no es solamente una bandera de esperanza o un sueño o un ideal que una persona pueda seguir. Conocer a Jesús significa muchos más que eso. Conocerle es que Él sea nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro amigo, nuestro pastor, nuestro intercesor delante del Padre. Eso y más, es Jesús para el ser humano.
  3. La temporalidad de su advenimiento hace 20 siglos atrás, no afecta el poder de su nombre y el poder de su mensaje, pues, Él no ha cambiado. Su autoridad, su gracia y amor está presente para todos nosotros.
  4. ¿Por qué dice la palabra en esta ocasión que Jesucristo es el mismo, ayer y por los siglos? Él no es un profeta o un mensajero más, ni menos un líder transitorio; Él es el Hijo de Dios, que participó en la creación del universo. Pero también es quien ha sido capaz de redimir a la humanidad y en un futuro, será quien acabe su obra redimiendo por completo a la creación.
  5. Es de quien hablamos esta noche, es a quien queremos resaltar en esta ocasión; a Jesús, el Hijo de Dios.
  6. Si destacamos en esta noche su poder de intercesión por nosotros, podemos decir que Él está a diario delante del Padre, cubriéndonos por nuestras faltas y guardándonos de toda caída, de todo pecado. Pues, si hemos aceptado a Jesús en el corazón, entonces, ya no buscamos más. Jesús es suficiente a nuestro corazón y a nuestra vida.
  7. Queremos alentar el corazón de toda nuestra audiencia, diciendo que Jesús es el Señor. Es quien escuchará nuestra petición, nuestro clamor, para llevarlo al Padre; pues, clamamos en el nombre de Jesús a nuestro buen Padre celestial. Aún más, Él quiere afirmar nuestro corazón de tal manera que, nuestro hoy y nuestro futuro está en sus manos; en sus cuidados y amor profundo, amplio y eterno para nosotros.
  8. Entonces, en suma, ¿podremos confiar en otro hombre que no sea Jesús? “No hay otro nombre”, dice la palabra en el libro de Los Hechos 4:12, “bajo este cielo dado a los hombres en quien podamos ser salvos”
  9. Entreguemos nuestra carga a Jesús, nuestra vida y nuestro corazón, pues ninguno hay como Él.

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